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miércoles, 31 de julio de 2013

Controversia, discusión y enseñanza


En una de las primeras entradas de este blog escribí que “… enfrentar el desafío de torear, solo, sin ayudas, sin excusas, conlleva -en la mayoría de las ocasiones- asumir el más que previsible naufragio. Supone para mí, sin embargo, un verdadero y necesario ejercicio de sinceridad plena”.

Por eso he querido escribir esta entrada.

Porque en las últimas ocasiones en las que he toreado he sentido íntimamente la necesidad de profundizar en otra dimensión del toreo.

Sin la capacidad –ni la voluntad- suficiente para reprimirme he asumido el riesgo de irme detrás de un impulso instintivo.

¿Se torea como se es?

Al margen del pobre resultado alcanzado he percibido como de inmediato ha surgido la llama de la controversia entre algunos de los compañeros que me acompañan en esta aventura de descubrir qué es torear.

Las opiniones, divergentes, encuentran no obstante su punto de encuentro entorno a la pregunta:

¿Qué es lo que buscas?

He tenido recientemente la ocasión de leer un artículo del gran aficionado que es José Morente en su blog La Razón Incorpórea titulado “Las dos líneas del toreo. ¿Conocimiento de las reses o de las suertes?”

En él he encontrado la vara de luz que permite entrever entre la nube de dudas algunas respuestas.

Escribe José Morente que

“… la clave que permite explicar las relaciones de fondo de unos diestros con otros no son sus planteamientos técnicos ni los formales, sino su forma de enfrentarse a los toros.

Habría por tanto, dos tipos de toreros a la hora de plantear el enfrentamiento con el toro y que responden a dos conceptos básicos del toreo.

El primer tipo lo compondrían aquellos toreros cuyo concepto y manera de entender las cosas pasaría o exigiría intentar imponer su toreo al toro, a todos los toros.

El segundo planteamiento estaría compuesta por los toreros que consideran imprescindible adaptar su toreo a las condiciones del toro”.


Nótese como – acertadamente- no presenta estos planteamientos en términos de superioridad sino en términos de contraposición de ideas opuestas y por tanto de competencia.

Para la discusión os planteo mi idea de que la base del toreo se cimenta en la competencia y esta no surge de la expresión estética sino de las actitudes de los toreros en su forma de enfrentarse al toro y al hecho de torear.

Pero la actitud del torero está absolutamente condicionada por su conocimiento del toro y por su dominio de la técnica de torear.

Y en mi recorrido de aficionado nuevamente surge la pregunta:

¿Qué es lo que buscas?

Y la respuesta principal no cambia: “No sólo busco aprender a torear sino descubrir qué es torear".

Y, puesto que os prometí sinceridad, os digo que en el camino voy descubriendo cosas:

El torero, tal vez no siempre es dueño de elegir la actitud con la que se enfrenta al toro. Al principio uno se adapta como puede a las condiciones del animal. Pero hay un momento en el que descubres la posibilidad de imponerte al animal y tu actitud cambia.

Es en ese momento cuando sientes un vértigo que por momentos te vacía y notas por un instante que tal vez te asomas a lo que de verdad es torear.

Y los riñones se te hunden, y el paso adelante no cuesta y el empujón no importa y quieres arrancarle la bravura al animal y parártelo en la barriga para decirle, empapado en sudor, que finalmente le venciste.

Y de aquí surgen varias enseñanzas:

Ya sé que aquí está el peligro de atropellar la razón y que el planteamiento técnico y formal no son los adecuados, ni siquiera a mí me gustan.

Ya sé que otros dominaron por completo al toro a fuerza de llevarlo largo, roto y por abajo. Y que ese es el camino.

Ya sé que queda tanto por aprender…