Me niego a creer que seas el único en Cataluña que se viste por los pies.
Pero te han dejado sólo. Te han obligado a encarnar la figura del último de los Mohicanos.
Y con hombría de torero has aceptado nuevamente apurar la amarga copa de quien se queda sólo.
Como la aceptaste en aquella vergonzosa sesión del Parlament.
Me costó ver aquellas imágenes sin volver la cara.
Tu actitud me impresionó y sólo por eso, por añadir la dignidad, a tus virtudes taurinas, ganaste para siempre un partidario incondicional.
Pero también me consta, porque conozco a algunos, que hay aficionados buenos en Barcelona y en toda Cataluña.
Ciudadanos clandestinos, gente a la que se ha puesto la etiqueta de despreciable porque se emocionan al ver a un hombre dispuesto a entregarlo todo frente a un toro.
Hoy pienso que quizás no valga gran cosa una tierra en la que la incomprensión fuerza a algunos hombres a renunciar a vivir lo que es su pasión.
Quizás no valga gran cosa una tierra en la que se abren paso ignorantes y pusilánimes.
Quizás no valga gran cosa una tierra que se sirve del boletín para borrar el corazón.
Pero vosotros sí valéis la pena y para vosotros en un día como hoy no faltará mi admiración, mi afecto y mi recuerdo.
Barcelona, 25 de septiembre de 2011
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