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domingo, 10 de junio de 2012

Los brazos de mi padre

 “… había que estar atento y no despistarse. Los espectadores se agolpaban ante la pequeña escalera que daba acceso a los tendidos de sol. Entre el tumulto era fácil que alguno de los pequeños se quedara atrás. No es que importara mucho porque en el pueblo todo el mundo se conocía y era casi imposible perderse. Pero teníamos que entrar todos juntos.
Años más tarde supe que mi padre compraba 3 entradas que compartíamos entre 6. Los niños que entraban andando pagaban localidad, así que mi lugar estaba junto a mi hermano entre los brazos de mi padre.

Así  fue la primera vez que entré en una plaza de toros. Es este uno de mis recuerdos más queridos.

No debía ser tan pequeño porque me acuerdo perfectamente de aquél ruidoso paraíso multicolor en el que se mezclaban el olor a tierra mojada del ruedo recién regado con el áspero tacto de la piedra caliente de la barrera de sol.
Al coronar aquel estrecho vomitorio de madera apareció ante mí, entre empujones, un mundo extraordinario.

El amarillo del envés de aquellos capotes plegados contrastaba sobre el rojo de las tablas de la barrera anticipando -en forma de puntos suspensivos- el incierto destino de aquellos personajes que se agitaban inquietos en la puerta de cuadrillas.

Nunca antes había visto a un torero. Nunca después nadie me pareció tan fascinante.

A mi alrededor  aquella muchedumbre que hacía un instante se movía de forma caótica, había encontrado sin aparente ayuda -como las limaduras de hierro frente al imán- un orden perfecto en los escaños de aquel extraño parlamento.

La banda de música, entre saludos de amigos y parientes, recorrió el ruedo. Un jinete hizo piruetas. Los hombres de luces pasearon la plaza y, de repente,  salió el toro.
No encuentro las palabras para explicaros lo que sentí al verlo salir..."

Hoy, tantos años después, y como cada vez que entro en una plaza, vuelvo a refugiarme en los brazos de mi padre.
Hoy, que tanto me cuesta escribir, quiero con estos recuerdos acercaros de nuevo el dulce sabor de los años felices.


... para tí, por vosotros, Clara, Ana y Julio.


2 comentarios:

  1. Felicidades Felipe, por tu sensibilidad y por tu afición desde la cuna; los recuerdos que nos impactaron de niños, deja una huella imborrable en nosotros, la para vez que fui que me llevo mí padre a los Toros en Córdoba tenia 4 años y hacia palmas.. y olés con pasión.
    Un abrazo Amigo.

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    1. Muchas gracias Juan por tu comentario. Espero que nos veamos pronto.

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