“Caracolea el sol y entran los ríos,
empapados de toros y pinares,
embistiendo a las barcas y navíos”.
Con estos deliciosos versos un joven poeta, todavía un aficionado, quiso impresionar a un torero mostrándole con aparente sencillez como era su lugar más querido: El Puerto de Santa María.
Me vienen a la memoria no sólo por su belleza sino porque forman parte de un encuentro singular que tendría consecuencias históricas en el devenir de la cultura española.(1)
Hoy me interesa, sin embargo, el carácter singular de aquel encuentro: gentes muy dispares que, atraídos por una pasión común, inician aventuras con finales totalmente inesperados.
El poeta llegó a sentirse torero y hacer el paseíllo vestido de luces.
El torero llegó a sentirse escritor y vivir los nervios del autor en una noche de estreno.
No es probable que el encuentro de aficionados que vamos a vivir en El Puerto de Santa María los próximos días 3, 4 y 5 de agosto llegue alguna vez a calificarse de histórico, pero estoy seguro de que tendrá algo de mágico.
Estamos ante la ocasión de vivir una nueva aventura, disfrutar de la compañía de toreros y aficionados, saborear el placer de hollar el albero de la plaza en la que triunfaron los maestros, gozar de torear en el corazón del campo bravo de la baja Andalucía.
Estamos ante el desafío de descubrir la aparente sencillez del arte de torear.
Demasiado para mí.
¿Y te lo vas a perder? Yo no. Esta vez no. Esta vez estaré allí.
No faltes.
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(1) Los versos son de un jovencísimo Rafael Alberti y los recitó en el hall del hotel Palace ante Ignacio Sánchez Mejías, en su primer encuentro promovido por José María de Cossío. Algún tiempo después Ignacio, contribuiría de forma decisiva a la organización en Sevilla de los actos fundacionales de la Generación del 27.
Ignacio Sánchez Mejías, el hombre de la Edad de Plata. Andrés Amorós y Antonio Fernández Torres. Editorial Almuzara.
Fantástica entrada Felipe, y menudas figuras las de el Poeta y el Torero.
ResponderEliminarUn abrazo amigo.