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viernes, 27 de febrero de 2015

Un corazón de torero



Tener un corazón de torero es lo mejor que puedes tener. Es sentir el capote en tus manos y dejarte llevar por los olés que se escuchan en tu cabeza cada vez que entrenas y das un pase. Ahí yo puedo ver. Puedo imaginarme la faena perfecta realizada al toro perfecto”

Una de las mejores cosas que tiene la vida es que nunca deja de sorprenderte. Cuando crees que lo has visto todo, te pone delante a alguien que te impresiona, que te sobrecoge, que te supera.

El caso de Mariana Sanchez García es especial. Es la más contundente prueba de que torero se nace. Luego ya se aprenderá a torear si es que fuera necesario. Porque hay veces, como en este caso que ni siquiera es del todo necesario aprender a torear.

Cuando dentro de alguien han puesto el corazón de un torero, lo demás es secundario. Y Mariana lo tiene.

Descubrió los toros con quince años. La primera vez que fue a la plaza la acompañaba su mamá. Entró en La Méjico y descubrió un mundo fascinante.

Descubrió el dulce sabor que producen la combinación del miedo y la adrenalina en la gente que tiene una sensibilidad especial.

Y ahí supo que tenía que probar. Que no era suficiente ser espectador. Que estar en el tendido era demasiado poco para lo que ella era capaz de hacer, para lo que necesitaba hacer.

Había que acercarse más, bajar al ruedo. Rozarse con los que son capaces de enfrentarse a la fiera. Cambiarse por ellos, siquiera por un día.

Vivir lo que sienten, saborear el miedo, tocar los trastos, oir al público, oler al animal. Y con ello comprobar que dentro de ella hay un torero que no tiene límites, que no acepta los límites.

Hace algún tiempo que hizo el paseo hasta el centro del platillo de La Méjico. Ahí tres matadoras de toros Hilda, Lupita y Karla le dieron sus primeros trastos, sus primeros consejos.

Ahí sintió por primera vez la admiración y el respeto de los que se juegan la vida con el toro. Ahí despertó el interés de los aficionados.

Y pudo haberlo dejado ahí. Pero ella no, para ella no era suficiente. El corazón de torero que lleva dentro le obligaba a más. No se resignaba a aceptar lo que la razón aconseja y se volvió, como se vuelven los toreros, en alguien que va más allá de la razón. Era necesario torear.

Y con la determinación del más valiente de los toreros, ha decidido probar y enfrentarse a un animal bravo.

-          ¿Sabes Mariana que te puede coger? ¿Qué puede hacerte daño?
-          Claro
-          ¿Y no te importa?
-          ¿Acaso les importa a los toreros?

Mañana Mariana Sánchez cumplirá su sueño y por fin toreará su primera becerra. No sabe quien será el lazarillo que complete su cuadrilla. No le importa. Allí estará ella para tranquilizar a su ayudante, para convencerle de que será capaz. Para demostrarle que los toreros no se arrugan.

Tener un corazón de torero es lo mejor que puedes tener. Es sentir el capote en tus manos y dejarte llevar por los olés que se escuchan en tu cabeza cada vez que entrenas y das un pase. Ahí yo puedo ver. Puedo imaginarme la faena perfecta realizada al toro perfecto”

He hablado con muchos aficionados el día antes de enfrentarse por primera vez a un animal bravo. Los he visto inquietos, nerviosos, llenos de dudas. Nunca antes había visto a nadie con tanta fuerza, con tanta determinación.

-          Mariana, ¿cómo te imaginas que será?
-          Upss, no lo sé. Me imagino que va a moverse el suelo… pero lo que es yo, yo no me voy a quitar.

No se si la actuación de Mariana hará mañana temblar los cimientos de la tauromaquia, de lo que si estoy seguro es que con un corazón como el suyo podrían hacerse veinte toreros.




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