¡Que a mí no me engañas, no!
Luminosa serpentina
sorbiéndose la rutina.
¡Más que tú, torero yo...¡
Esta letrilla de Victoriano Crémer resume como pocas el
sentir de un aficionado práctico el día que tiene la ocasión de torear.
Al menos así me sentí yo el domingo pasado en “La Rosa del Sol”, ¿habrá nombre
más bonito para una finca y una placita camperas?
Y creo que me equivoco poco si afirmo que el mismo
sentimiento tuvieron los que ya son mis amigos del grupo de Aficionados
Prácticos de Jerez.
La cita temprano, el café hirviendo, la mañana calurosa, los
maestros vigilantes, los torerillos dispuestos, pulsos acelerados y resecas las
gargantas. Así llegó a Prado del Rey este manojo de aficionados dispuestos a
dejar sobre la media luna de albero la prueba de su afición, dispuestos a
arrancar de cuajo la bravura de dos becerrotes y alimentar con ella la
lamparilla que alumbre el camino su ilusión.
La ilusión del que, sin serlo, se siente por un instante tan
torero como el que más.
Y así, a media ladera del corazón de los pueblos blancos
gaditanos, fuimos atendiendo uno tras otro como colegiales obedientes, a la
llamada de nuestra directora de lidia, Sandra Moscoso quien se ocupó junto al maestro Antonio
Lozano, de hacer brotar, caudaloso, el torrente de consejos imprescindible
para paliar las carencias de la inexperiencia.
De modo que todo el mundo estuvo bien, muy bien.
Empezaré por lo principal, por los 2 añojos de la ganadería de
Fernández Martín que resultaron excelentes.
Me sorprendió la firmeza de Pedro Javier Toro que estuvo
decidido y francamente bien con el capote. No os negaré que me provocó e hizo
que aumentara mi deseo de estar bien.
Me alegró ver los progresos de Paco Camas, con quien ya
había tenido el privilegio de compartir ruedo años atrás en el curso del Puerto
de Santa María. Disfruté viéndole
confiado correr la mano para llevar la embestida de los becerros.
De Rafa Sánchez me impresionó la tranquilidad con la que
anduvo y su expresión delante de los animales. No me cabe duda de que en menos
tiempo de lo que él mismo cree va a hacer el toreo con mayúsculas.
A Paco Morilla le tocó una papeleta difícil que resolvió con
torería y decisión. Un problema que era ya para alumnos avanzados.
Dejo para el final a mi amigo José Mari Hoyo a quien tengo
que agradecer de forma muy especial que me sirviera en bandeja la ocasión de
participar en esta jornada y gozar de torear. Me consta que tuvo que hacer un
esfuerzo enorme para sujetarse en el burladero y no poner en peligro una
recuperación que está ya muy próxima. Habrá más ocasiones sin duda para
compartir ruedo y afición.
Pero hubo más, hubo tiempo para la alegría de Sebastiano y
Marco quienes libraron al alimón, heroicos e inconscientes sus primeras oleadas
bravas. Fue hermoso ver sus caras nerviosas y satisfechas después de su
bautismo taurino.
En fin una jornada de las que se recuerdan que terminó, como
han terminado los tentaderos de toda la vida, hablando de toros, de lo que nos
gusta, de lo que nos alimenta, de lo que nos da razones para que se hagan más
soportables los días que quedan hasta el próximo tentadero.
Una y mil veces más gracias a todos por haberme permitido
acompañaros y aprender de vosotros.
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