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Este blog estará siempre abierto a aquellos que de forma independiente y desinteresada deseen aportar su granito de arena para difundir y engrandecer la cutura de la tauromaquia en cualquiera de sus manifestaciones.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Tres por cuatro

El tres por cuatro es el compás que utilizan los autores del carnaval de Cádiz para componer sus mejores pasodobles.

Me gusta la referencia porque no son músicos profesionales. Son aficionados que disfrutan de dar lo mejor de sí mismos sobre las tablas del escenario de la casa de los ladrillos coloráos, frente a su público favorito: la familia, los amigos y alguno que se cuela…

Una vez allí se entregan hasta el límite de su capacidad buscando imponer su primacía en cada actuación. En realidad lo hacen a cambio de nada, de la satisfacción de haber sido mejores cada año.

Y en base a un mismo repertorio, por lo general cortito, son capaces de expresarse de formas muy diferentes y establecer una hermosa, sincera y descarnada competencia, haciendo las 2 cosas que más les gustan: cantar y hablar del carnaval.

Algo parecido pasa entre los diferentes grupos de aficionados prácticos.

El sábado pasado un grupo de amigos cerramos el año en La Cigoñera, un antiguo feudo bravo que todavía resiste entre los mares de cereal de la Tierra de Campos.

Cuando llegas allí, no te explicas cómo aquello puede existir.

Pisando las hojas caídas de la otoñada, llegas a la placita de tientas. Apenas una corraleta en la que parece que el tiempo se detuvo hace muchos años. En la umbría la helada ha endurecido las huellas de antiguas embestidas. Presagia que sólo dispondremos de poco más que la mitad de los terrenos.

Me veo vestido de gris y me alegro. Creo que va con el sitio. Pienso que va a ser día de toreo en blanco y negro. De pana y franela.

Entre el frío de la mañana, detrás de unas pacas de paja, la meada del miedo humea contra el suelo como si el torero ardiera por dentro.

Me acuerdo de los gallistas de facebook y por un momento pienso ¡aquí os querría ver a algunos!

- ¿Qué vamos a torear?

- Atanasio - Lisardo. Bueno también hay algo de una prueba de un cruce de Adelaida con un toro de Palha. No te preocupes, sale bueno.

- Vale, vale, no me cuentes.

Prefiero no saber, pero me sorprendo pensando la gracia que me hace a mí eso del “monoencaste.” Un día pediré a mi amigo Juanito Sánchez que os cuente lo que se pasan por la faja los prácticos de Castilla.

A la voz de ¡Vamos que luego es tarde! van saliendo una tras otra las 6 vacas que el ganadero tenía preparadas.

Y ahí, en este tirititrán castellano salieron a torear uno tras otro mis amigos, dispuestos a poder con lo que saliera, decididos a dejar en ese corral su huella torera, a borrar al anterior y comprometer al siguiente.

Generosos en el consejo al compañero y exagerados en el elogio, veo destilar en ellos la esencia de la afición, componiendo un tres por cuatro torero que pondrá música a este invierno que nos llega.

Aquí os dejo tres notas de cada uno de estos cuatro amigos, tres compases de cuatro formas muy distintas de torear.

Juan Mateos o la importancia de empezar bien
Irse detrás del muletazo
 
y estar por encima del animal


Juan Sánchez García o la importancia de poder y mandar en la embestida

de la sinceridad en el toreo

y el afán por mejorar

Nacho García Amado, la variedad y la frescura

la profundidad

y la entrega

De este prefiero no decir nada...




Fotografías de José Ignacio Aguado

viernes, 29 de noviembre de 2013

La fuente de las emociones

Es frase de mi amigo Charly esta de que torear dibuja sonrisas. Él lo dijo un día al acabar una sesión de toreo de salón en la que se descubrió sonriendo mientras ligaba los pases uno detrás de otro.

Hoy la sonrisa la he descubierto en estos tres tipos del burladero. 



Mis amigos Nacho García Amado, Juan Mateos y Juanito Sanchez García viendo torear a un aficionado.

Me ha dado que pensar.

Entiendo que el toreo va mucho más allá de pasar o hacer pasar un animal con más o menos técnica, con más o menos ajuste.

El toreo se vuelve estéril si no consigue establecer una comunicación directa entre quien torea y el público que le ve torear.

El torero ha de tener algo que decir y un talento expresivo que provoque un diálogo con el espectador. Una capacidad de provocar las reacciones del público. El toreo es una fuente de emociones.

Y lo digo en plural porque -y tal vez en ello resida la enorme y necesaria diversidad del toreo- las emociones son muchas y muy diferentes. Todas igualmente válidas para el buen aficionado.


El miedo y la angustia del toreo tremendista,
 
Antonio José Galán entrando a matar sin muleta

La tensión del toreo de lucha y de poder,

Roberto Domínguez doblándose con el toro de Miura

El alivio que produce el dominio,
 

Manili se desplanta con un Miura

La sorpresa y el sobresalto del toreo de pellizco,
 

Pepín Jiménez en Madrid


La concentración y la atención extrema del toreo profundo,

Diego Urdiales a un Victorino
La felicidad tranquila del toreo relajado y natural, 

Juan Mora en Madrid


El enfado y la bronca ante la expectativa que se frustra.

El Cordobés en Pamplona


Por eso el que aspira a torear (entiendo que el que torea ya lo ha hecho aunque con algunos a veces tenga mis dudas), debe buscarse hasta encontrar cual es el mensaje de su toreo y construir en cada faena, a través del toro, un discurso en el ruedo.

Y por eso tal vez tenga algo de mezquina la actitud que algunos mantienen al juzgar la actuación de los toreros a la única luz del mayor o menor ajuste a unos cánones en la mayoría de los casos discutibles.

Porque el que va a los toros, debería ir con ojos y oídos bien abiertos, dispuesto a involucrarse en la actuación de los toreros completando con su actitud ese diálogo con el artista sin el cual el toreo tal vez no sea más que una hueca sucesión de faenas sinsentido.



jueves, 7 de noviembre de 2013

El compás



Aunque este es un tema que me provoca hace tiempo escribo esta entrada recogiendo el guante lanzado por D. José Olid, entrando al cite con la embestida precipitada del recental.

Y por lo tanto he de confesar que escribo más por intuición que por formación.

Es esta pues una entrada que vomita algunas reflexiones al límite de la temeridad, arriesgando la voltereta que gustosamente recibiré a través de vuestros matices y comentarios.

El compás es algo que he creído percibir en algunos momentos de algunos toreros al encontrarse con un toro concreto y que no se definir.
El compás es algo que he creído sentir en algunos momentos toreando. Ha durado un instante, una tanda aislada en la que he notado que ahí había algo diferente entre el animal y yo, algo donde buscar, algo que no he sido capaz de repetir.


El toreo al compás tendría que ver por lo tanto con el ritmo de un toreo que aúne las condiciones del toro (de ciertos toros) y la actitud del torero (de ciertos toreros) al servicio de la expresión de la obra, en los campos plástico, espacial y temporal.

No todos los toros permitirían el toreo al compás.
No todos los toreros tendrían las condiciones para torear al compás.


En el campo plástico, el compás necesitaría de la expresión corporal, de la armonía de toro y torero, de la naturalidad entregada del artista.

No cabría hablar de compás si el cuerpo del torero no provoca y acompaña en cada lance el movimiento del toro, desde el cite hasta que se coloca para un nuevo pase ligado.

Por eso el toreo al compás necesitaría del toro bien hecho y el torero que se entrega.


Pero esto no es bastante. Esto habría de desarrollarse en un espacio controlado por el artista. Un espacio que no dibujaría el toro. No cabría hablar de compás si no hay reunión.
No cabría hablar de compás si la faena va y viene entre líneas. El compás exigiría geometría circular. Que el toro se enrosque entorno al torero.

Por eso el toreo al compás necesitaría del toro bravo que persiga la muleta.
 
Y esto habría de suceder en un tiempo que dure lo suficiente, que permitiera al espectador percibirlo.


No cabría por tanto hablar de un lance al compás. Debería haber un ritmo que se repita y una velocidad uniforme por lo tanto el compás necesitaría el toro que repite y el torero que lo ligue.

Y ha de ser necesariamente un ritmo entre dos. Por eso el compás necesita del poder y el dominio. No habría compás sin dominio de la embestida.



Pero ¿quién marca el compás? ¿Es el torero quien lo marca y el toro el que lo sigue? o ¿es el toro quien pone la velocidad y el torero acompaña con un ritmo?


Yo que sé qué lo que es torear al compás.

Echadme una mano.

domingo, 3 de noviembre de 2013

¡Los dos pies asentados, que la huela y no la toque!

“Ya le digo yo que me moriré sin saber lo que son los toros. Pero esta fiesta es tan original, que quien ve tres corridas se cree que puede poner cátedra.
En los toros no se pone de acuerdo nadie más que el buen torero con el toro, y para eso, algunas veces”.

Esto decía- entre otras cosas- Manuel Megías Rapela, el papa negro en una entrevista a un revistero de su época. (Ver enlace)
Si al gran patriarca de los Bienvenida se le hacía corta la vida para terminar de aprender lo que son los toros, pensar que uno puede aportar algo en esta materia sería sin duda pecado de soberbia.

Me apetecía, sin embargo, compartir con vosotros algunos momentos vividos complementándolos con algunas ideas a través de las cuales voy descubriendo yo algunas cosas acerca de eso que me gusta llamar el bien torear.


El Temple es el fundamento mismo del toreo de calidad y consiste llevar el engaño a la velocidad del viaje del toro, pero un poco por delante, sin que los pitones lo rocen, siempre al mismo ritmo que el toro”. Rafael Comino Delgado

 
"El temple es algo más que torear con lentitud, es dar la impresión de que paras al toro. El temple no es torear despacio, y puede serlo a la vez. No es torear deprisa y puede serlo a la vez. El temple lo marcan las condiciones del toro, la velocidad del toro”. Santiago Martín El Viti.

 
El Temple da fuerza al toro que no la tiene y la quita al que le sobra”. Con temple, sin brusquedades, el toro con poca fuerza se va afianzando y se le pueden pegar pases, mientras que si tiene mucha fuerza poco a poco la va perdiendo, por el cansancio de perseguir el engaño, que lo lleva muy largo, sin lograr cogerlo". Pablo Lozano.


Cuando se templa, se lleva al toro enganchado con el capote o muleta y los brazos o brazo respectivamente”. Rafael Comino Delgado


El temple pone de acuerdo al movimiento del toro que embiste y el movimiento del hombre que torea. Se templa el instinto con el instinto; para torear hace falta temple. Temple en capote y muleta que se lleva al toro; temple en el brazo que torea; temple en el hombre que torea con el brazo; para torear hace falta ser muy templador”. Gregorio Corrochano.




“El temple depende del toro, como todo lo que se hace en el toreo. Si no van de acuerdo el movimiento del toro y la mano del torero, no hay temple, aunque haya lentitud”. Gregorio Corrochano.


“Si se torea con rapidez, si se lleva el instrumento de toreo a más velocidad del temple del toro, éste puede perder o variar el objeto de su codicia, modificar la acometida, destorearse si iba toreado, y hasta rematar en el bulto. Lo menos que puede acontecer es que la suerte se malogre, no se remate y, por tanto, no se ligue el toreo”. Gregorio Corrochano.



“Si se torea con lentitud, si se lleva el instrumento de toreo a menos velocidad del temple del toro, éste derrota donde alcance el capote o la muleta, y allí termina la suerte, que no es donde debe terminar”. Gregorio Corrochano.


La mayor parte de los enganchones y los desarmes son debidos a que por falta de temple, el toro derrota antes de terminar la suerte. Cuando la suerte no carga y se remata en su sitio, es inevitable que el torero se enmiende, y al enmendarse, los pases sueltos, no se ligan, porque cada pase es el comienzo de una faena que no se sigue, que se interrumpe, porque como no se lleva al toro toreado hasta donde debe ir, no derrota donde debe derrotar, y la faena se corta”. Gregorio Corrochano.


 
No es lo mismo “pasar”, que “obligar a pasar”, que “ver pasar”. En lo primero hay imperativo, mando, que no debe confundirse con el contemplativo “ver pasar”, aunque acuse tranquilidad. El toreo tiene una finalidad (no nos cansaremos de repetirlo): dominar al toro, y al toro no se le domina nada más que cuando la muleta tiene el mando de la mano del torero. Con la muleta bien mandada se torea tan limpiamente que el toro va por donde quiere el torero”. Gregorio Corrochano.
 


"El temple, que según mi padre comenzó a practicarlo El Guerra, es acompasarte a la embestida del toro y, poco a poco, hacer que él se acople a la tuya". Marcial Lalanda.
 
 

El temple es insuflar tú con los engaños un cierto ritmo a la embestida del toro, para llegar a ralentizarla". Joaquín Bernadó.



“Dicen que se da el temple cuando se atempera la embestida de un toro o cuando se ralentiza, e incluso si la muleta se acopla a la velocidad de movimiento del animal. Es cierto, puesto que a todos los que sentencian estas opiniones, les asiste la verdad. Sin embargo, en mi opinión, todo eso conlleva una condición imprescindible, y no es otra que: el que es capaz de torear con todo el cuerpo es poseedor del temple”. Fernando Cámara.


 

Yo todo esto lo resumo en que “Para torear bien hay que echarla adelante y traer al toro a su velocidad. Los dos pies asentados y los trastos a un dedo de la cara. Que la huela y no la toque”. 


Aunque todavía hay ocasiones, las más, en las que uno con defenderse ya tiene bastante.