Bajo la capa de arcilla cuarteada, se adivinan las manos expertas, trabajadas, delicadas y sensibles del alfarero. Con el contacto del barro húmedo se mueven ágiles, dispuestas, hábiles y expresivas para moldear mil y un objetos. Todos distintos. Algunos inútiles y decorativos, otros, los más resultan prácticos y eficaces. Unos resultan ser frágiles y delicados, frente a otros que desbordan expresión y carácter. También de vez en cuando, salen plásticos y bellos en su composición. Pero sólo de tarde en tarde su genialidad obra el milagro de producir obras verdaderamente perfectas, que perduran y son admiradas con el tiempo.
Ayer, como tantas veces, la húmeda capa de arena de una plaza de tientas se transformó en el torno circular, sobre el que giraban moldeables, aún imperfectas, las formas de un material todavía sin cocer.
Y pude ver a 3 novilleros en las manos expertas de 3 artesanos empeñados en convertirlos en el ánfora perfecta en la que custodiar la más cristalina esencia del toreo.
Y en la solanera de una mañana de mayo, pude ver como estos tres artesanos abrían sus almas para, como el alfarero, poner su experiencia y sensibilidad al servicio de la quimera de producir una obra perfecta.
Siempre me intrigó cómo del barro joven de un chaval se extrae el campanil sonido que revela que la pieza está terminada, que el torero está hecho. Que el trabajo está terminado listo para entregarse ¿quién sabe a quién? Bien sabe el alfarero que rara vez conservará su obra.
Luis García y Paco Carmona comentan la actuación de sus toreros |
Ayer tuve el privilegio de asomarme, sólo un momento, a la tapia detrás de la que se obra el milagro.
Y vi, por un momento cómo esas manos expertas, trabajadas, delicadas y sensibles se movían ágiles, dispuestas, hábiles y expresivas para mover un capote, para hacer una indicación, para acompañar la voz que acerca un consejo al que dice que quiere ser torero.
Y sentí desde lo alto de la tapia, desde el burladero, como esas manos transmitían al joven material ese impulso necesario para que adopte la forma y la expresión más cercanas a su idea de la perfección.
Y supe como todavía queda gente, alfareros del toreo, empeñados en dedicar su tiempo y su ilusión a fabricar toreros que resultarán todos distintos. Toreros fallidos, toreros prácticos y eficaces, toreros frágiles y delicados de corto recorrido, toreros desbordantes de expresión y carácter. Toreos plásticos y de bella composición.
Pero sólo de tarde en tarde su genialidad obrará el milagro de producir un torero verdaderamente perfecto, que perdure y sea admirado por tiempo, una auténtica figura del toreo.
Ayer, por un momento tuve la tentación de hacer una crónica de 3 novilleros en un tentadero, cuando quienes de verdad la merecían eran esos 3 toreros hacedores de toreros.
Me pareció de justicia dedicar siquiera unas líneas a todos aquellos que acompañan y forman a los nuevos toreros y en esta ocasión de forma especial a Suso Nava, Luis García Niño de Leganés y Paco Carmona que ayer, sin quererlo, me regalaron una hermosísima lección de amor al toreo.
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