Lo mejor que tienen las madres es que se acuerdan de todo lo que les pasa a sus hijos. No importa el tiempo que haya pasado, ni las vueltas que de la vida. Ellas siempre se acuerdan y siempre saben lo que te pasa.
No faltaban muchos días para la navidad y en una de esas sobremesas familiares en las que se habla de todo y de nada, alguien sacó el tema: ¿qué han pedido las niñas a los Reyes?
-“No se madre; de todo. Yo creo que no han dejado nada sin pedir”.
-“¿Y tú sabes que viendo la primera carta a los Reyes puede saberse lo que ese niño tiene en su corazón?”
- “Creo que exageras, madre”
-“Niño, nunca te has enterado de nada. Pero esto te lo puedo demostrar”
Aquello pasó plácidamente, como una conversación más, envuelto en ese aire somnoliento que rodea el final de las comidas navideñas.
Pero durante toda la tarde el tema me martilleó en la cabeza, le di vueltas y más vueltas. ¿Qué quería decir mi madre?
Las cosas de los Reyes son mágicas y, en algunas casas, los Magos dejan junto a los regalos las cartas que los niños escriben, a modo de resguardo. De este modo puede comprobarse cómo nunca se equivocan y, cuando lo merecen, dan a cada uno exactamente aquello que ha pedido.
Aquella noche, mi madre apareció con una caja que cuidaba como un tesoro. Me miró despacio, de arriba abajo. Como miran las madres cuando saben que escondes algo.
-“Siéntate y dime: tú, de verdad, ¿qué llevas dentro?”
Callé. No porque no supiera que decir, sino porque siempre me dio cierta vergüenza confesarlo.
-“Niño, da igual que te calles. Toma y lee”.
Abrió aquella caja y me dio un papel antiguo, algo arrugado. No se cómo, pero al verlo lo reconocí de inmediato. Con los años es posible que haya mejorado aquella torpe caligrafía, pero me reconocí en aquella frase:
-“Este año sólo quiero que me traigáis un traje de torear con toro”.
Mi madre volvió a guardar aquella primera carta a los Reyes Magos y al cerrar la caja me devolvió una mirada que recordaré para siempre, mientras volvía a preguntarme:
-¿De verdad aún no sabes lo que llevas dentro…?
Quienes os habéis puesto delante alguna vez sabeis bien cuanta verdad hay en la frase del maestro: "Torero se nace. A torear se aprende".
muy bonito el relato y preciosa la foto
ResponderEliminarFelipe solo cabe deducir que el niño de la fotografía eres tu.
ResponderEliminarSuerte torero y cuando quieras a torear en Andalucía.
Felipe, tu relato es la realidad de la vida, que parece que vas a cambiar en el transcurso de la misma.
ResponderEliminarPero si te analizas friamente como tú lo haces con la carta del niño a los Reyes, resulta que eres el mismo niño y que no cambiaste ni un ápice.Un cordial saludo.
Me alegra que os haya gustado el relato.
ResponderEliminarDe todas formas, el de la foto no soy yo, pero resumía en una imagen un relato que hacía tiempo tenía ganas de escribir.