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viernes, 1 de abril de 2011

Dicen de nosotros

He leído un post en facebook sobre las cosas que dicen los antitaurinos de nosotros y, aunque no se si merece la pena dedicarles algún esfuerzo, quizás es posible ofrecer algunos argumentos y su contraposición con una "sociedad moderna y progresista".
Lo hago más por el ejercicio de realizar una síntesis de reflexiones variadas que por intentar convencer a nadie.
Pero en fin, os las ofrezco y espero que no os aburran.

"Dicen que el espectáculo taurino es sangriento".

Absolutamente inobjetable. Totalmente de acuerdo.
En todo caso el espanto por la sangre no es nada frente al que produce la presencia cierta de la muerte.
La sangre y la muerte son reales y se muestran de verdad en este espectáculo.
La sociedad actual pretende conducirnos hacia una vida ilusoria en la que lo que no se ve no existe. Por eso su empeño en ocultarlo.
Hay dos formas de enfrentar la muerte:
- Aceptar que existe y tener el valor de mirarla cara a cara.
- Empeñarse en ignorarla y tratar de ocultarla por cualquier medio.

No conozco aficionados a quienes la muerte les produzca placer, a mí me estremece como a cualquiera, pero creer que el gesto de cerrar los ojos y ocultarla nos pone a salvo resulta pueril.
Querer hacer creer al conjunto de la sociedad que esta última actitud es la única éticamente aceptable y tratar de imponerla como única conducta no reprobable resulta una inversión de los valores más profundos del ser humano.
La cobardía se impone al valor como respuesta frente a la dificultad Esto conduce a una sociedad que debe rendirse antes que que luchar.
¿Es esta acaso la "nueva" definición de progresismo? ¡Ay si los abuelos levantaran la cabeza!


"Dicen que el toro está en desventaja pues es bruto y el hombre inteligente".

Absolutamente inobjetable. El animal es burlado por los engaños y no termina de darse cuenta de quién lo está toreando.
Esto no es exactactamente así. El animal es burlado hasta que descubre el engaño. Y puedo aseguraros que lo descubre. Cualquiera que haya toreado detecta inmediatamente cuando el animal ha descubierto el engaño. Y lo sufre en sus carnes. ¿Acaso la voletereta y la cornada no existen?.

Cada embestida es diferente e imprevista. El peligro no está en el tamaño de las astas, éste únicamente incrementa la magnitud de las consecuencias del error del torero.

Torear es una exhibición continua de inteligencia, de anticipación, de rapidez de reflejos, en definitiva de estar atento y darse cuenta de lo que pasa y de lo que hay que hacer. De capacidad de reacción y de adpatación  a una situación nueva y desconocida.
No parecen todos estos aspectos reprobables ni asuntos de los que no debamos extraer lecciones para la vida.

Claro que quizás sea más ética su contraposición a través de una sociedad que parece que pretenda reservar la inteligencia únicamente para quienes la dirigen. "Nosotros decimos lo que es bueno para ustedes, señalamos el camino y ustedes ciegamente lo siguen" pero, ¿acaso no es esta la definición de torear?
Lo salvaje y cruel en este último caso es que a quien se torea es a las personas.




"Dicen que el toro es bravo porque lo "vuelven" bravo a punta de artificios".

Falso. El toro de lidia nace con bravura porque así lo seleccionan con mucho esfuerzo, constancia, dedicación e inteligencia los ganaderos.


Aparecen nuevamente 4 valores éticos necesarios y admirables. Cuatro lecciones que el aficionado extrae de la fiesta con carácter básico y que todos reconocemos como el cimiento sobre el que se fundamenta el éxito.

Es posible que en nuestra sociedad actual esto resulte anticuado. La pedagogía moderna hace tiempo que dejó de poner el acento en el esfuerzo, la constancia y la dedicación como bases para el aprendizaje.




"Dicen que al toro lo molestan y hieren para que embista".

Absolutamente inobjetable. Al "molestarlo" el toro demuestra su bravura y el torero su capacidad para dominarla.

El superior valor de "no molestar" conduce, con las conocidas consecuencias, a la incultura de lo "políticamente correcto" como actitud ideal.
No insistiré más sobre ello.


"Dicen que al toro le quitan fuerzas al punto de dejarlo incapaz de defenderse".

Falso. Absolutamente falso. Quien esgrima la tesis del toro inválido no sabe de lo que habla.

Pero no importa opinar - incluso legislar- desde la ignorancia. Ya no prima la prudencia frente a la temeridad del ignorante. Y lo que es más grave esta última ya no tiene consecuencias.

En los toros no es así. Extraemos la lección opuesta. Primero becerrista, después novillero, más tarde matador y por último y de forma excepcional maestro y figura.
Prudencia y conocimiento permanente e indisociablemente unidos como camino único hacia el triunfo.

Aquí la temeridad y la ignorancia tienen consecuencias. Y un alto precio que invariablemente se cobra el toro.


"Dicen que por qué los matan, por qué no los torean como en Portugal, cuál es la necesidad de matarlos".

La tradición no puede justificar la barbarie. Tampoco una muerte es más justa que otra.

Podríamos retomar el argumento primero sobre el horror ante la presencia de la muerte y la "necesidad de ocultarla".
Pero creo que conviene incluir una reflexión sobre el simbolismo de una victoria rotunda.

Todos podríamos coincidir en que en la vida, las dificultades deben afrontarse y vencerse de una forma decidida y completa. Hasta hacerlas desaparecer, sin escatimar esfuerzos.

El torero nos muestra que es capaz de enfrentarse al toro con la máxima determinación y superar sus dificultades hasta hacerlas desaparecer de forma completa y definitiva.

Y para ello se sirve de su inteligencia y de su capacidad para defenderse. En el momento de la estocada se invierten los términos de la tauromaquia y el hombre pasa de defenderse a atacar. Asume el máximo riesgo frente a la dificultad para finalmente vencerla.



"Dicen que el espectáculo taurino no tiene nada de artístico y que sólo lo ven seres humanos insensibles".

En los anteriores argumentos he querido poner de relieve la capacidad de la tauromaquia para transmitir valores éticos relevantes y necesarios.
Sería suficiente para su consideración como hecho cultural.

Pero es que la tauromaquia tiene una componente artística esencial. Podemos convenir que el arte surge de la suma de la necesidad del autor para  expresar ideas, sentimientos  y emociones, en combinación con la capacidad del espectador para recibir ese mensaje desde un punto de vista intelectual, emocional o estético.

Y sin embargo la potencia expresiva y comunicativa del toreo brota con una explosividad y vehemencia no comunes en otras artes.
El olé brutal y unánime sólo se experimenta con una intensidad pasional en el mundo de los toros.
Y no sólo en el espectáculo taurino. Lo he vivido en la plaza, en el campo e incluso en el  toreo de salón.

La opinión de que torear es mucho más que desafiar al toro es unánime entre quienes torean.
Todo aquel que se inicia en el toreo tiene una primera necesidad de sentirse capaz, al igual que quienes se inican en la pintura o en la música tienen una primera ncesidad (y satisfacción) de lograr una base técnica suficiente.
Pero inmediatamente surge la necesidad de expresarse.
En esa  búsqeda de comunicación con el público y con uno mismo está la esencia del bien torear.
No hay nada más frustrante que terminar de torear y sentir en lo más íntimo esa sensación de "no haber dicho nada". Uno puede llegar incluso a sentirse ridículo y fuera de lugar.
Desde los espectadores ocurre igual. Cuando el torero ha finalizado su faena y los espectadores abandonan la plaza los comentarios más duros y crueles son aquellos de "este o aquél torero dicen poco". Sin duda a juicio de los espectadores sobraban en el cartel. Estaban fuera de lugar.

Definitivamente el toreo queda fuera de lugar cuando se desprende de su componente artística.

Por esta razón es imprescindible sembrar la idea de que el espectador taurino es un ser humano insensible.

En la ciencia se entiende que un instrumento de medición es tanto más sensible cuantas más magnitudes y mayor rango de intensidades es capaz de detectar.

El aficionado a los toros es capaz de detectar, diferenciar, evaluar, valorar, saborear, en definitiva sentir un abanico de matices expresivos, estéticos y emocionales que para otros parecen no existir.

¿Quién tiene una limitación mayor en su sensibilidad?


"Dicen que el espectáculo taurino está en decadencia".

Falso desde los datos con independencia de crisis más o menos coyunturales.

Pero no por ello hemos de dejar de reconocer que son nesarias acciones en la dirección de promover, cultivar, cuidar, modernizar  y sobre todo difundir la  tauromaquia.



"Dicen que el espectáculo taurino es anti-ecológico y atenta contra la Naturaleza".

Falso. Todo lo contrario. Sobre la relación del toro y la conservación y cuidado de los espacios naturales y la biodiversidad creo que el argumento es aplastante y me niego a insistir en ello.

Sí haré una llamada de atención sobre la perversión del lenguaje y sus consecuencias.

Son frecuentes últimamente en los programas de fiestas la inclusión de un nuevo espectáculo. Encierros infantiles con "toros ecológicos".

Ruego a Dios que a ningún concejal se le ocurra soltarle a los niños un toro ecológico de verdad.

Amén.

2 comentarios:

  1. Felipe magnifica tu entrada desde la razón el sentido común y el conocimiento de la Fiesta, ¿Pueden decir lo mismo los que están en cotra de ella?.
    Un abrazo

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