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Este blog estará siempre abierto a aquellos que de forma independiente y desinteresada deseen aportar su granito de arena para difundir y engrandecer la cutura de la tauromaquia en cualquiera de sus manifestaciones.

viernes, 15 de abril de 2011

Un traje de torear, con toro…

Lo mejor que tienen las madres es que se acuerdan de todo lo que les pasa a sus hijos. No importa el tiempo que haya pasado, ni las vueltas que de la vida. Ellas siempre se acuerdan y siempre saben lo que te pasa.
No faltaban muchos días para la navidad y en una de esas sobremesas familiares en las que se habla de todo y de nada, alguien sacó el tema: ¿qué han pedido las niñas a los Reyes?

-“No se madre; de todo. Yo creo que no han dejado nada sin pedir”.
-“¿Y tú sabes que viendo la primera carta a los Reyes puede saberse lo que ese niño tiene en su corazón?”
- “Creo que exageras, madre”
-“Niño, nunca te has enterado de nada. Pero esto te lo puedo demostrar”
  
Aquello pasó plácidamente, como una conversación más, envuelto en ese aire somnoliento que rodea el final de las comidas navideñas.
Pero durante toda la tarde el tema me martilleó en la cabeza, le di vueltas y más vueltas. ¿Qué quería decir mi madre?
Las cosas de los Reyes son mágicas y, en algunas casas, los Magos dejan junto a los regalos las cartas que los niños escriben, a modo de resguardo. De este modo puede comprobarse cómo nunca se equivocan y, cuando lo merecen,  dan a cada uno exactamente aquello que ha pedido.
Aquella noche, mi madre apareció con una caja que cuidaba como un tesoro. Me miró despacio, de arriba abajo. Como miran las madres cuando saben que escondes algo.

-“Siéntate y dime: tú, de verdad, ¿qué llevas dentro?”

Callé. No porque no supiera que decir, sino porque siempre me dio cierta vergüenza confesarlo.

-“Niño, da igual que te calles. Toma y lee”.

Abrió aquella caja y me dio un papel antiguo, algo arrugado. No se cómo, pero al verlo lo reconocí de inmediato. Con los años es posible que haya mejorado aquella torpe caligrafía, pero me reconocí en aquella frase:

-“Este año sólo quiero que me traigáis un traje de torear con toro”.

Mi madre volvió a guardar aquella primera carta a los Reyes Magos y al cerrar la caja me devolvió una mirada que recordaré para siempre, mientras volvía a preguntarme:

-¿De verdad aún no sabes lo que llevas dentro…?




Quienes os habéis puesto delante alguna vez sabeis bien cuanta verdad hay en  la frase del maestro: "Torero se nace. A torear se aprende".

lunes, 11 de abril de 2011

Juan Mateos, capítulo aparte.

Una vez escuché decir al maestro  Antoñete que con sólo ver andar a una persona es suficiente para saber que lleva un torero dentro.

Sólo hay que ver de lejos a Juan Mateos, para darse cuenta que la afirmación del maestro era verdad.

Y  por más que trates de quitarte importancia, de esforzarte por pasar desapercibido, en cada uno de tus gestos, ese torero que llevas dentro se rebela, aparece y se muestra con esa naturalidad que tienen los que de verdad son grandes en lo suyo.

La primera vez que coincidimos fue en un concurso de aficionados y recuerdo como si fuera ahora uno de esos comentarios que se escuchan en esos momentos de tensión anteriores a torear. Fue apenas un susurro, una confidencia entre espectadores: ¡ese tiene pinta de torero!
Tú seguiste a lo tuyo, quizás ni lo escuchaste.
Y yo para mis adentros y muerto de miedo, pensé ¡ya lo creo, no tengo nada que hacer!

Hoy después de algunas aventuras compartidas, me has demostrado que un aficionado puede llegar a torear con la suavidad y el gusto del más elegante de los toreros.

Por eso tu actuación del sábado 9 de abril de 2011 en Encina Hermosa, quizás sorprendiera a algunos.
Pero a mí no. El viaje ya valía la pena sólo por verte torear. Por eso compartir plaza contigo tenía  el sabor inolvidable de aquellas propinas que recibíamos cuando niños.

Y triunfaste. Porque toreaste como eres.

Y eso que la mañana no empezó bien, pero te enfrentaste con raza a una becerra que ponía en apuros a los propios profesionales. No le perdiste la cara, cuando lo más fácil era saltar la tapia.

Pero después vino lo mejor, casi toda la tarde sobre la mano derecha.

Con ese respeto  y esa generosidad hacia los compañeros que siempre has demostrado dictaste una lección con la añoja. Y otra con la erala. Y otra finalmente con el novillo, en el que te vi por momentos emocionado.

Lecciones de aficionado.
Lecciones de torero bueno.



Juan Mateos es aficionado práctico, triunfador del II Curso para Aficionados Prácticos en Encina Hermosa.

domingo, 10 de abril de 2011

En los cursos de Encina Hermosa siempre pasan cosas…

He conocido a algunos aficionados buenos que utilizaban con frecuencia la expresión “hoy no ha pasado nada” para resumir una tarde de toros vacía, sin emoción, en la que ni toros ni toreros habían conseguido transmitirles emociones dignas de guardarse en la memoria.

Ayer toreamos reses de Coquilla en Encina Hermosa y, la verdad es que pasaron muchas cosas.
Y eso que el examen fue exigente.

Bien puede Don Mariano Cifuentes, el ganadero, estar satisfecho. Por presentación y por comportamiento de los animales. Todas las reses –bien elegidas para las diferentes rondas-  hicieron honor a su encaste. Y embistieron con bravura. Y tuvieron fuerza. Y mantuvieron nuestra atención mientras aguardábamos turno para torear y… ¡no perdonaron un fallo a cuantos  nos pusimos delante!.

Pero honestamente debo reconocer que esta es la base de la tauromaquia. Y debería ser su única ley: el toro bravo y el torero capaz. Y quien no lo sea,  pues a la tapia y en paz.

Ahora bien, honor y gloria para los que consigan dominar y conducir esas embestidas. No premio de segunda categoría. Triunfo grande y orgullo de torero.

En mi caso – y perdonadme que hable de mí- me siento feliz por haber tenido la oportunidad de haberme puesto –creo que con dignidad-  delante de una vaca de Coquilla y conocer en primera persona la exigencia de este encaste.
Y  creo que así debemos sentirnos en mayor o menor medida cuantos participamos en la jornada de ayer.

Pero decía al principio que pasaron cosas:

Pasó que ayer los regatos de Encina Hermosa añadieron a su caudal de agua un torrente de ilusiones, de pasión transparente de torerillos sudorosos que hoy son todos ellos, no me cabe la menor duda, mejores aficionados.

Pasó que ayer algunos profesionales del toro destinaron un día de su vida a cultivar el vivero de la afición y, a cambio de su amabilidad, cariño, consejos y su calidad torera (cómo estuvo el maestro Iván Vicente) cosecharon  un nuevo grupo de partidarios que se alegrarán cada vez que su nombre figure anunciado en los carteles.

Pasó que ayer recibimos una lección de valor y amor propio de un hombre que nos mostró,  como pocas veces lo he visto, que para triunfar hay que apostarlo todo. Y asustar, si es preciso al público y al mismo toro. Juan Hidalgo, torero macho.

Pasó que ayer recibimos una lección –quizás la más amarga- de cómo un torero ha de tener la hombría y la sensatez de dejarlo cuando no lo ve claro. Y a la vez mostrar su voluntad firme de seguir preparándose y aprender. No tengas duda Charly que tu enorme afición hará que llegue el momento en el que puedas repetir  esos dos o tres muletazos con los que sueñas.

Pasó que ayer vimos como un trozo de papel doblado dentro de un sombrero, aunando suerte y justicia, es capaz de borrar en un segundo la imagen de la frustración y dibujar en la cara de un hombre una sonrisa de felicidad plena. Lo imprevisto, lo que ya no se espera puede ocurrir. Pero ha de cogerte preparado y dispuesto. Y  tu Juan Carlos lo estabas.

Pasó que ayer vimos como en el toreo nada es seguro ni nada está escrito. Los pronósticos no sirven y vemos como el castillo de naipes que se eleva con la suerte, los turnos, los lotes, se derrumba con estrépito quizás por pequeños detalles que escapan a nuestro control.

Pasó que ayer vimos como la suma de afición, modestia  y discreción fuera del ruedo  más la  torería, la calidad y el valor ante las reses permitieron a Juan Mateos proclamarse triunfador de este encuentro de aficionados. Y supo agrandar su triunfo con la virtud de la generosidad.  

Y pasó ayer que un pedazo de aficionado, torero y amigo vio hacerse realidad el sueño de lidiar y matar su primer novillo. Y yo que lo vi no sabéis cuanto me alegro. Pero esto merecerá un capítulo aparte.


Mientras tanto mi recuerdo para quienes por una cosa u otra no pudísteis asistir y mi enhorabuena y admiración para todos cuantos participasteis ayer en esta jornada en la que verdaderamente pasaron muchas cosas.

viernes, 1 de abril de 2011

Dicen de nosotros

He leído un post en facebook sobre las cosas que dicen los antitaurinos de nosotros y, aunque no se si merece la pena dedicarles algún esfuerzo, quizás es posible ofrecer algunos argumentos y su contraposición con una "sociedad moderna y progresista".
Lo hago más por el ejercicio de realizar una síntesis de reflexiones variadas que por intentar convencer a nadie.
Pero en fin, os las ofrezco y espero que no os aburran.

"Dicen que el espectáculo taurino es sangriento".

Absolutamente inobjetable. Totalmente de acuerdo.
En todo caso el espanto por la sangre no es nada frente al que produce la presencia cierta de la muerte.
La sangre y la muerte son reales y se muestran de verdad en este espectáculo.
La sociedad actual pretende conducirnos hacia una vida ilusoria en la que lo que no se ve no existe. Por eso su empeño en ocultarlo.
Hay dos formas de enfrentar la muerte:
- Aceptar que existe y tener el valor de mirarla cara a cara.
- Empeñarse en ignorarla y tratar de ocultarla por cualquier medio.

No conozco aficionados a quienes la muerte les produzca placer, a mí me estremece como a cualquiera, pero creer que el gesto de cerrar los ojos y ocultarla nos pone a salvo resulta pueril.
Querer hacer creer al conjunto de la sociedad que esta última actitud es la única éticamente aceptable y tratar de imponerla como única conducta no reprobable resulta una inversión de los valores más profundos del ser humano.
La cobardía se impone al valor como respuesta frente a la dificultad Esto conduce a una sociedad que debe rendirse antes que que luchar.
¿Es esta acaso la "nueva" definición de progresismo? ¡Ay si los abuelos levantaran la cabeza!


"Dicen que el toro está en desventaja pues es bruto y el hombre inteligente".

Absolutamente inobjetable. El animal es burlado por los engaños y no termina de darse cuenta de quién lo está toreando.
Esto no es exactactamente así. El animal es burlado hasta que descubre el engaño. Y puedo aseguraros que lo descubre. Cualquiera que haya toreado detecta inmediatamente cuando el animal ha descubierto el engaño. Y lo sufre en sus carnes. ¿Acaso la voletereta y la cornada no existen?.

Cada embestida es diferente e imprevista. El peligro no está en el tamaño de las astas, éste únicamente incrementa la magnitud de las consecuencias del error del torero.

Torear es una exhibición continua de inteligencia, de anticipación, de rapidez de reflejos, en definitiva de estar atento y darse cuenta de lo que pasa y de lo que hay que hacer. De capacidad de reacción y de adpatación  a una situación nueva y desconocida.
No parecen todos estos aspectos reprobables ni asuntos de los que no debamos extraer lecciones para la vida.

Claro que quizás sea más ética su contraposición a través de una sociedad que parece que pretenda reservar la inteligencia únicamente para quienes la dirigen. "Nosotros decimos lo que es bueno para ustedes, señalamos el camino y ustedes ciegamente lo siguen" pero, ¿acaso no es esta la definición de torear?
Lo salvaje y cruel en este último caso es que a quien se torea es a las personas.




"Dicen que el toro es bravo porque lo "vuelven" bravo a punta de artificios".

Falso. El toro de lidia nace con bravura porque así lo seleccionan con mucho esfuerzo, constancia, dedicación e inteligencia los ganaderos.


Aparecen nuevamente 4 valores éticos necesarios y admirables. Cuatro lecciones que el aficionado extrae de la fiesta con carácter básico y que todos reconocemos como el cimiento sobre el que se fundamenta el éxito.

Es posible que en nuestra sociedad actual esto resulte anticuado. La pedagogía moderna hace tiempo que dejó de poner el acento en el esfuerzo, la constancia y la dedicación como bases para el aprendizaje.




"Dicen que al toro lo molestan y hieren para que embista".

Absolutamente inobjetable. Al "molestarlo" el toro demuestra su bravura y el torero su capacidad para dominarla.

El superior valor de "no molestar" conduce, con las conocidas consecuencias, a la incultura de lo "políticamente correcto" como actitud ideal.
No insistiré más sobre ello.


"Dicen que al toro le quitan fuerzas al punto de dejarlo incapaz de defenderse".

Falso. Absolutamente falso. Quien esgrima la tesis del toro inválido no sabe de lo que habla.

Pero no importa opinar - incluso legislar- desde la ignorancia. Ya no prima la prudencia frente a la temeridad del ignorante. Y lo que es más grave esta última ya no tiene consecuencias.

En los toros no es así. Extraemos la lección opuesta. Primero becerrista, después novillero, más tarde matador y por último y de forma excepcional maestro y figura.
Prudencia y conocimiento permanente e indisociablemente unidos como camino único hacia el triunfo.

Aquí la temeridad y la ignorancia tienen consecuencias. Y un alto precio que invariablemente se cobra el toro.


"Dicen que por qué los matan, por qué no los torean como en Portugal, cuál es la necesidad de matarlos".

La tradición no puede justificar la barbarie. Tampoco una muerte es más justa que otra.

Podríamos retomar el argumento primero sobre el horror ante la presencia de la muerte y la "necesidad de ocultarla".
Pero creo que conviene incluir una reflexión sobre el simbolismo de una victoria rotunda.

Todos podríamos coincidir en que en la vida, las dificultades deben afrontarse y vencerse de una forma decidida y completa. Hasta hacerlas desaparecer, sin escatimar esfuerzos.

El torero nos muestra que es capaz de enfrentarse al toro con la máxima determinación y superar sus dificultades hasta hacerlas desaparecer de forma completa y definitiva.

Y para ello se sirve de su inteligencia y de su capacidad para defenderse. En el momento de la estocada se invierten los términos de la tauromaquia y el hombre pasa de defenderse a atacar. Asume el máximo riesgo frente a la dificultad para finalmente vencerla.



"Dicen que el espectáculo taurino no tiene nada de artístico y que sólo lo ven seres humanos insensibles".

En los anteriores argumentos he querido poner de relieve la capacidad de la tauromaquia para transmitir valores éticos relevantes y necesarios.
Sería suficiente para su consideración como hecho cultural.

Pero es que la tauromaquia tiene una componente artística esencial. Podemos convenir que el arte surge de la suma de la necesidad del autor para  expresar ideas, sentimientos  y emociones, en combinación con la capacidad del espectador para recibir ese mensaje desde un punto de vista intelectual, emocional o estético.

Y sin embargo la potencia expresiva y comunicativa del toreo brota con una explosividad y vehemencia no comunes en otras artes.
El olé brutal y unánime sólo se experimenta con una intensidad pasional en el mundo de los toros.
Y no sólo en el espectáculo taurino. Lo he vivido en la plaza, en el campo e incluso en el  toreo de salón.

La opinión de que torear es mucho más que desafiar al toro es unánime entre quienes torean.
Todo aquel que se inicia en el toreo tiene una primera necesidad de sentirse capaz, al igual que quienes se inican en la pintura o en la música tienen una primera ncesidad (y satisfacción) de lograr una base técnica suficiente.
Pero inmediatamente surge la necesidad de expresarse.
En esa  búsqeda de comunicación con el público y con uno mismo está la esencia del bien torear.
No hay nada más frustrante que terminar de torear y sentir en lo más íntimo esa sensación de "no haber dicho nada". Uno puede llegar incluso a sentirse ridículo y fuera de lugar.
Desde los espectadores ocurre igual. Cuando el torero ha finalizado su faena y los espectadores abandonan la plaza los comentarios más duros y crueles son aquellos de "este o aquél torero dicen poco". Sin duda a juicio de los espectadores sobraban en el cartel. Estaban fuera de lugar.

Definitivamente el toreo queda fuera de lugar cuando se desprende de su componente artística.

Por esta razón es imprescindible sembrar la idea de que el espectador taurino es un ser humano insensible.

En la ciencia se entiende que un instrumento de medición es tanto más sensible cuantas más magnitudes y mayor rango de intensidades es capaz de detectar.

El aficionado a los toros es capaz de detectar, diferenciar, evaluar, valorar, saborear, en definitiva sentir un abanico de matices expresivos, estéticos y emocionales que para otros parecen no existir.

¿Quién tiene una limitación mayor en su sensibilidad?


"Dicen que el espectáculo taurino está en decadencia".

Falso desde los datos con independencia de crisis más o menos coyunturales.

Pero no por ello hemos de dejar de reconocer que son nesarias acciones en la dirección de promover, cultivar, cuidar, modernizar  y sobre todo difundir la  tauromaquia.



"Dicen que el espectáculo taurino es anti-ecológico y atenta contra la Naturaleza".

Falso. Todo lo contrario. Sobre la relación del toro y la conservación y cuidado de los espacios naturales y la biodiversidad creo que el argumento es aplastante y me niego a insistir en ello.

Sí haré una llamada de atención sobre la perversión del lenguaje y sus consecuencias.

Son frecuentes últimamente en los programas de fiestas la inclusión de un nuevo espectáculo. Encierros infantiles con "toros ecológicos".

Ruego a Dios que a ningún concejal se le ocurra soltarle a los niños un toro ecológico de verdad.

Amén.