“Hay un arte de anochecer. De la entrada del cuerpo al alma, de la niebla a la redondez y del círculo al cielo”.
No se si José Barroeta al escribir estos versos pensó en el toro.
Probablemente no, pero a mí me sirven para resumir las sensaciones de una mañana como la de ayer.
Cerramos la segunda edición del Taller Práctico de Tauromaquia para Aficionados y entre la niebla de la mañana aparecían uno tras otro los que al final de este taller se han convertido en algo más que compañeros de viaje en otra loca aventura.
Todos con la ilusión de dejar una huella de torería en el albero de una pequeña placita de tientas y sentir en el alma que son capaces.
Que no se arrugan ante una becerra difícil, que no retroceden, que son –por un día- más toreros que nadie.
Varios disfrutaron de un debut más que digno en su conjunto.
Otros, más placeados, comprobaron sus progresos y crecen como toreros con cada vaca que añaden a su historial.
Alguno recibió la cruel lección de que el aprendizaje es más lento de lo que sus ansias de triunfo anhelaban, pero supieron venirse arriba y regalarnos cuatro o cinco lances que ahí quedan para la historia de nuestro taller.
Hubo quien destiló la tranquilidad, la torería y la solera que dan la edad, la ilusión y el conocimiento.
La suerte ¡qué ironía! no iluminó a todos por igual, pero no fue capaz de oscurecer la discreta calidad de quien parece no querer llamar nunca la atención.
Pero me permitiréis que finalice destacando a quien para mí dio el más completo ejemplo de valor, torería y generosidad de cuantos participamos ayer.
Gracias Juan. Me siento orgulloso de haber compartido plaza contigo. Me siento feliz de ser amigo tuyo.
Gracias también al maestro Curro Díaz por regalarnos su tiempo y el privilegio de su compañía en una mañana para nosotros inolvidable.
Os enlazo un video resumen que ha montado Melchor García y que ha publicado en su web http://www.taurinoscastilla.es.vg/
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